27 DE ABRIL
Bobby Zimmerman, descendiente de judíos ucranianos, nacido en Minnesota hace ahora 68 años y en la actualidad con un rostro que denota la ambigüedad que sugiere el paso del tiempo, las costuras de un actor shakesperiano y la mueca despreciativa propia de un saltimbanqui medieval de feria (me recuerda al vendedor ambulante que se acercaba a Gustav Von Aschembach en Muerte en Venecia) pone a la venta, hoy, su 33 disco de estudio con canciones originales.
Este artista de las mil caras, de las mil sorpresas y de la vida reinventada día a día imagino que hoy nos sorprenderá de nuevo con una obra como a la que nos tiene acostumbrados desde hace 10 años; es decir, de calidad pero no donde nosotros esperásemos que estuviese. El ya habrá ido, una vez más, por delante y nosotros, como casi siempre, por detrás. No os lo vais a creer pero desde antes de la pasada Navidad he estado elaborando un disco para el hotel de música fronteriza mejicano-estadounidense. Como ha dicho un critico, parece que este último disco de Dylan “está pensado para abarrotar todas las tabernas de la frontera entre estos dos países”.
En la serie de televisión “In treatment” le dice el terapeuta protagonista a su coacher: “Si, es complicado tener las ideas claras y saber donde está uno. Ahí fuera no hay muchos como Dylan”. Ya sabéis lo que dijo Bob en sus albores, “Quién no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo”. Quizá esto explique su Gira Interminable desde hace 20 años.
La palabra artista que tan penosamente se aplica a actores mediocres, músicos mediocres, pintores mediocres, famosos mediocres, a los que se dedican a hacer performances etc. le viene sin embargo bien a este tipo que, a mi modesto entender, es el creador mas completo de los últimos 45 años. ¿Por qué? Bueno, uno piensa que un artista de verdad es aquel que sabe reinventarse continuamente, que va por delante de su público. Picasso, hablando senso strictu, no tenía la paleta de colores de Matisse, la clarividencia cósmica de Kandinsky, ni la profundidad de Rothko pero sin duda era el que iba por delante de todos porque se metió donde otros no se metían, intuyó lo que otros no intuían y amalgamó para si el TODO. Tuvo una forma de mirar las cosas desde diversos puntos de vista a la vez y, por tanto, de ir más allá que ninguno. Digamos que fagocitaba su realidad inmediata para subvertirla y devolvérnosla transformada.
Bob ha mutado artísticamente que yo sepa, 5 veces. En profundidad. Les enseñó a los Beatles el camino a seguir y cuando dos años después de “Blonde on Blonde” estos hicieron Sargent Peppers el ya estaba en el country desolado, místico y aparentemente sencillo de John Wesley Harding. ¿Fue un aviso para navegantes? ¿Quién sabe? El caso es que aquí está, tan creativo como siempre y, sin discusión, mejor escritor que nunca. ¿El Nobel? Si hoy pudieran dárselo a John Donne, Francois Villón y compañía, lo harían de inmediato pues, los académicos, avergonzados por su ignorancia, argüirían que estos representan a esos juglares y poetas que, siglos atrás, hicieron posible que gentes como Petrarca y Dante tuvieran allanado el camino. Pero a la vista de lo que en Suecia entienden por poesía, creo que se lo acabarán dando a no se cual profesor de Literatura Comparada de Berkeley por “su valiente introspección en el mundo actual renovando el género de la poesía como metáfora de la hiperrealidad tangencial”, (sic). Bueno, como diría Ricardo, que recibe estos Mombasa que os mando: “Ánimo, Bob. El que aguanta, gana”.
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