martes, 12 de mayo de 2009

LANCELOT Y GINEBRA

“Cuando sitien tu faz cuarenta inviernos
Y en tu bella pradera caven zanjas,
Tu juvenil casaca que hoy fascina
Será un andrajo sin valor apenas.”

W. Shakeaspeare. Soneto II
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Era uno foto tomada con teleobjetivo. Estaba muy forzada de grano y precisamente ese “borrado” que parecía distanciar al objeto, es lo que la hacía mas próxima.De pronto, me di cuenta de lo que pasaba. La foto, en apariencia muy simple, ocultaba tanta vida y misterio como el que más de los arcanos.

El hombre, entrado en años, se había girado hacia su izquierda pero mantenía la cabeza alta y erguida en dirección contraria. Daba la sensación de que su cuerpo iba en una dirección y, su mente, en otra. Alto y fuerte, todo denotaba en él un pasado pleno de abundancia y de alegres primaveras. Su mirada estaba suspendida y quieta, como si un imaginario espejo le devolviera el dulce abril de su esplendor. A su derecha, una mujer entrada ya en años, le miraba fijamente. Su bello rostro curtido por la savia de la vida daba a entender que los dos “sabían”. Los ojos de ella parecían exhumar horas exquisitas que se llevó el tiempo. La escena destilaba, al mismo tiempo, calma y tensión. Como el gusano cuando se apresta a devorar su primer trozo de carne ya irrecuperable.

Mirando la foto con más calma, se dejaba entrever que se encontraban en un camposanto. Habían enterrado a alguien próximo a los dos. Pero esto era lo de menos.
Rostros de un glamour pretérito, enseguida me di cuenta de quienes eran. El hielo de los años no había mermado la savia que permanecía en los dos. Ni siquiera el invierno que mostraba la instantánea se había llevado de la mano el estío de antaño. Pasados unos momentos, pude descubrir que, a pesar de la distancia y del tiempo, Lancelot y Ginebra se habían vuelto a encontrar. Desde luego, no era Arturo el sepultado. Este quizá ya había muerto cuando ellos ni siquiera pensaban que la posteridad los iba a reunir aquí de nuevo.

Pude imaginar una breve y telepática conversación entre ellos:

El: Puede que el mundo haya enviudado sin nosotros, pero aquí estoy de nuevo: en tus manos.
Ella: Ningún amor se asienta en la distancia y, sin embargo, ¿por qué oigo todavía en mi mente tu dulce melodía?
El: Hazlo por mí.
Ella: No puedo.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Vanessa Redgrave y Franco Nero rodaron el musical “Camelot” bajo la dirección de Johsua Logan durante la primavera de 1967. Se enamoraron durante el rodaje y, tras el mismo, se casaron. Era inevitable. La pareja derrochaba belleza y entendimiento al mismo tiempo que, como sus personajes, parecían sentenciados por el Hado. A la muerte de la hermana de Vanessa, Nastasha Richardson, a principios del 2009, se volvieron a encontrar en el cementerio de Notting Hill, en Londres.

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